EL PECADO

ARREPENTIMIENTO

El pecado puede ser ilustrado como un arquero que dispara una flecha y no da en el blanco. No se trata, por supuesto, de inferir que es un asunto moral el no dar en el blanco en las competencias de tiro al blanco. Lo que ocurre es que la definición bíblica más sencilla para el pecado es «errar el blanco». En términos bíblicos, el blanco que no se consigue no es un blanco relleno de paja; es el blanco o la «norma» de la ley de Dios. La ley de Dios expresa su propia justicia y es el estándar supremo para nuestro comportamiento. Cuando no damos en el blanco de este estándar, pecamos.

 La Biblia nos habla de la universalidad del pecado en términos de no dar en el blanco de la gloria de Dios. «Por cuantos todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Decir que «nadie es perfecto» o que «errar es humano» es reconocer la universalidad del pecado. Todos somos pecadores y todos tenemos necesidad de la redención. El pecado puede definirse como «el no conformarse o el transgredir cualquier ley de Dios, otorgada como la norma para las criaturas racionales h ay tres dimensiones cruciales en esta definición. En primer lugar, el pecado es la no conformidad o el no poder cumplir plenamente algo. Constituye el no cumplimiento de la ley de Dios.

 Un pecado de omisión es el fracaso de hacer lo que Dios ordena. Si nos ordena amar al prójimo y no lo amamos, eso es pecado. En segundo lugar, el pecado es definido como una transgresión a la ley.

 Transgredir una leyes pasar por alto sus barreras, traspasar sus límites. Por eso es que podemos describir al pecado como «una invasión al derecho de propiedad». Caminamos por donde no se nos permite caminar. En este caso hablamos de pecados por comisión, cuando cometemos acciones prohibidas por Dios. Cuando la ley de Dios se pronuncia en términos negativos, «No harás talo cual cosa», y nosotros hacemos lo que no está permitido, pecamos. En tercer lugar, el pecado es una acción realizada por criaturas que tienen uso de razón. Por ser criaturas creadas a la imagen de

Dios, somos agentes morales libres. Porque tenemos una mente y una voluntad, somos capaces de realizar acciones morales. Pecamos siempre que hacemos algo que sabemos que está mal, y elegimos desobedecer la ley de Dios. El protestantismo rechaza la diferencia clásica establecida en la teología católica entre los pecados veniales y los pecados mortales. La teología católica clásica define un pecado mortal como un pecado que «mata» la gracia en el alma y requiere renovar la justificación mediante el sacramento de la penitencia. Un pecado venial es un pecado de menor gravedad. No destruye la

Gracia salvífica. Juan Calvino declaró que todo pecado contra Dios es un pecado mortal en cuanto merece la muerte, pero ningún pecado es mortal en el sentido que destruye nuestra justificación por la fe. El protestantismo afirma que cualquier pecado es grave. Hasta el pecado más pequeño es un acto de rebeldía contra Dios.  Todos los pecados constituyen un acto de traición cósmica, un intento fútil por destronar a Dios en su autoridad soberana.

 Sin embargo, la Biblia considera a algunos pecados más atroces que otros. Hay grados de maldad del mismo modo que habrá grados de castigo en el tribunal de la justicia de Dios. Jesús reprendió a los Fariseos por haber omitido cumplir con las cuestiones más importantes de la ley, y reconvino a las ciudades de Betsaida y Corazín diciéndoles que su pecado era peor que el de Sodoma y Gomarra (Mateo 11:20-24). La Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar múltiples veces. Aunque Santiago nos enseña que pecar contra una parte de la ley es pecar contra toda la ley (Santiago

2: 10), cada transgresión particular añade más culpa. Pablo nos previene de no atesorar ira para el día de la ira (Romanos 2:1-11). Cada vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa y nuestra exposición a la ira de Dios. Sin embargo, la gracia de Dios es mayor que toda nuestra culpa junta. La Biblia toma al pecado muy en serio porque toma a Dios muy en serio, y también toma en serio a los seres humanos. Cuando pecamos contra Dios, estamos violando su santidad.

Cuando pecamos contra nuestro prójimo, estamos violando su humanidad.

Bendiciones en Cristo Jesús!

Cristo vive y viene pronto!

R.C. SPROUL

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